CRÍTICA

 

MARÍA T. ORTÍZ, PROFESORA TEORÍA DEL ARTE. DIRECTORA DEPTO. DE ARTE. UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE.

 

La inspiración del artista emana de la vida, permitiéndole apresar la realidad despojada de la falsedad de la percepción cotidiana. En este sentido se mueve la obra del pintor Guillermo Meriño, cuyas imágenes son el puente que se extiende entre su experiencia y la realidad, símbolos que unen el mundo material con su mundo interior en busca de una trascendencia que se ha hecho más evidente en la última etapa de su trabajo creativo, por el grado de sensibilidad con que devela los signos de nuestro tiempo y la maestría técnica con que los aborda en la tela. Su temática dominante da cuenta del profundo desequilibrio humano de la sociedad de hoy. Desolación, espacios cósmicos, vendajes que esconden y enmudecen, el hombre abrumado por el miedo y empequeñecido ante el desafío del ser de la existencia.

 

Sin embargo, también nos hemos acostumbrado a advertir en cada etapa de su obra, los símbolos de la esperanza.

 

La gema vegetal que presagia vida, el verdor que advierte su presencia, el equilibrio en la relación espacio - forma, la estructura que cubre el dolor que hiere, el velo que ordena y controla el cielo amenazante.

 

Simbolismo, actitud clásica en la transposición de la imagen significante, una depurada técnica que la materializa son las constantes de su obra que no se contraponen al concepto vanguardista de arte que anima su permanente búsqueda.

 

PRESENTACIÓN EXPOSICIÓN DE GUILLERMO MERIÑO -

SALA DE EXPOSICIONES PONT. UNIVERSIDAD CATÓLICA DE CHILE – SEDE TEMUCO - 1986